08 diciembre 2008

El trasgu


Cuenta la leyenda, que en una aldea asturiana, un Trasgu la tomó con una casa. No tenía más diversión que dedicarse a romper la vajilla y otros objetos de cristal y cerámica. También se dedicaba a esconder los zapatos y la ropa de los que en esa casa vivían, cambiando las cosas de su lugar. Otra de sus manías, era tirar de las narices a los niños mientras dormían...

Así un día tras otro….Unos días les dejaba tranquilos, pero cuando menos lo esperaban, El Trasgu empezaba con sus molestas travesuras.
La familia, hizo todo lo posible para deshacerse de el…… Recordaban de sus abuelos que había maneras para engañarle y conseguir que se marchara. Después de intentarlo varias veces y de distintas maneras, se dieron cuenta que no conseguían engañarlo, solo conseguían enfadarlo aun mas y que cada vez se comportara de peor manera.
Cansados ya del dichoso Trasgu, acordaron mudarse a otra aldea para alejarse lo más posible de tan molesto personaje. Colocaron en un carro todos sus enseres con el mayor sigilo posible, para evitar que el Trasgu lo advirtiera. Cuando desfilaban con sus cosas, preguntó el de delante a los de atrás:
-¿Quedará algo? Y les respondió una tenue vocecilla: -¡Queda el candil, pero tranquilos “esi cárgolu yo”...! Era el Trasgu, que marchaba detrás de ellos... Viendo que no podían con el, decidieron no mudarse de casa y aceptar que el pequeño Trasgu fuera uno mas de la familia….

Cuenta la leyenda, que tardaron mucho en enseñarle modales….en conseguir que les ayudara en las tareas domesticas y dejara de hacer travesuras, al menos, las mas molestas…..Cuentan que después de un tiempo, le cogieron mucho cariño y que los niños se divertían mucho con el, aunque no pudieron evitar que el Trasgu les enseñara alguna que otra travesura y algún truco de magia.


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27 noviembre 2008

Almanzor. Una leyenda árabe


Un Mercader de joyas que vivía en la ciudad de Adén, en el Oriente, habiendo oído celebrar mucho la esplendidez y magnificiencia de Muhammad, pasó a estas partes de Andalucía para presentarle muchas y preciosas perlas.
Abi Amir, después de tomar las que más le agradaron, dió en pago al joyero su bolsa de piel llena de oro, con la cuál se despidió aquél muy contento, tomando, al volverse, el camino de la Rambla o arenal en las riberas del Guadalquivir.
Era un día muy caluroso, de suerte que el mercader, llegando a la mitad de aquel camino, no pudo sufrir más el bochorno del sol y queriendo refrescarse en el río, se despojó de sus vestidos y los dejó con la bolsa en la orilla. Cuando de improvisto llegó un milano y creyendo que la bolsa de piel era carne, la apresó con sus garras y se remontó con ella por los aires hasta perderse de vista. El mercader viendo arrebatada su fortuna y no pudiendo estorbarlo, se afectó tanto que le sobrevino una congoja y se retiró a su posada muy abatido y doliente. Pensando en su infortunio, al cabo de dos o tres días, vínole a la memoria lo que había oído decir de la gran sagacidad de Muhammad, y volviendo a presentársele le contó lo ocurrido.
- ¿Por qué al punto que te sucedió el caso -le dijo Muhammad- no viniste a mí con la nueva y te hubiese dado remedio? Mas, ¿observaste por ventura hacia qué parte dirigió el ave su vuelo?
- Pasó -respondió el mercader- volando hacia el Oriente, sobre la cima de ese monte de la Rambla, inmediato a tu alcázar.

Entonces Muhammad llamó a los esclavos de la axxortha que asistían de continuo cerca de su persona, y les dijo:
- Traedme luego a los jeques y mayorales de la gente de la Rambla.

Marcharon los esclavos y como volviensen de allí a poco con los jeques, dijo e éstos Muhammad.

- Dadme noticias al punto de ciertas personas de vuetra vecindad que han salido de repente del estado de pobreza en que vivían.

Los ancianos se miraron confusos por algunos momentos y al fín uno de ellos respondió:
- Oh señor mío: sólo tenemos noticias de un varón de los más pobres de nuestra gente, pues él y sus hijos siempre vivieron del trabajo de sus manos y han ido a pie con sus cargas, por no poder adquirir un jumento; y hoy no sólo le han comprado, sino que él y sus hijos van vestidos con alquiceles de un precio mediano.

Oído esto por Muhammad, mandó que al otro día por la mañana, compareciese en su presencia aquél rústico y encargó al mercader de joyas que volviese a verlo a la misma hora.
Llegados, pues, el uno y el otro a la hora que se les mandó, el amirí dijo al rústico, estando presente el mercader:
-Sábete que yo he perdido lo que tú te has hallado, ¿qué has hecho de ello?

El rústico respondió:
- Aquí esta, señor mío; y dandose un golpecito en el zaragüel, dejó caer la bolsa, a cuya vista el mercader dió un grito de alegría y no le faltó mucho para enloquecer de contento.
-Cuéntanos como ha pasado esto; dijo Muhammad al rústico, el cual respondió: - Trabajaba yo en mi huerto, debajo de una palma, cuando pasando un buitre, dejó caer a mis pies esa bolsa. La recogí, y admirandome de su primor, dije para mí: " Acaso el ave la habrá arrebatado del alcázar vecino". Guardela, pues, con intención de restituirla, pero mi pobreza me incitó a tomar de la bolsa diez mizcales para socorrerme con ellos y aunque confieso que hice mal, me disculpé a mí mismo, reflexionando que esa cantidad sería lo menos con que la generosidad de mi señor me gratificaría por mi hallazgo.

Admiróse Abi Amir de lo que oía y dijo al joyero:

- Recoge tu bolsa y examinala bien. Dime si lo que hay en ella es lo mismo que yo te entregé.

Hizoló así el mercader y dijo a Muhammad :

- En verdad, señor mío, que nada falta de ello, sino los dinares que él mismo confiesa haber tomado y que ya se los doy por regalados.

Replicole Muhammad:

- Yo no puedo consentir que este caso uses de largueza, ni quiero disminuirte un punto de tu alegría, sino que tu satisfacción y el premio de la honradez de este buen hombre sean completos.

Dicho esto, mandó que se diesen al mercader diez dinares en vez de los diez miztcales que había metidos en la bolsa, y otros diez al hortelano en recompensa de su tardanza en gastar el rico hallazgo que la fortuna puso en sus manos y añadió:
- Si yo empecé por preguntarte lo que habías hecho con la bolsa, antes de averiguar si la habías tomado, fue para poderte dar mayor galardón, premiando tu buena fe.

El mercader, tan satisfecho de haber recobrado su hacienda, cuando admirado de la sagacidad de Muhammad, no se cansaba de darle las gracias y le dijo:

- ¡Por Allah!, oh, señor mío, que con ser tan celebrado tu nombre por todos los países, aún no ha llegado a saberse en ellos toda la grandeza de tu gobieno, ni había oído decir que tú mandabas sobre las aves de tus señorios como mandas sobre los hombres y que ellas no esquivan tu poder, sino que respetan hasta tu vecindad.

Rióse Muhammad al oir esto y afectando modestia, dijo al joyero:

- Moderate en tus palabras, y Allah te perdone.


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26 octubre 2008

La Cueva del rey Cintolo


Cintolo gobernaba en tiempos por aquellos lares en una ciudad que se llamaba Bría. Tenía grandes riquezas y una hija muy hermosa que se llamaba Manfada querida por nobles y plebeyos por sus bondades.
Muchos príncipes y grandes señores acudían a rendir visita al rey por ver si podían casarse con su hija pero Cintolo no tenía prisa por casarla, ni la princesa por casarse. Sus pretendientes eran hombres rudos que habían ganado su fama y posesiones por la guerra, sublevación o asesinato lo cual no aumentaba su valía a los ojos del rey.
Una mañana llegó a Bría un joven conde acompañado de unos pocos escuderos. Entre éstos había jóvenes y viejos para los cuales tenía una palabra amable y todos hablaban bien de este conde. Se hizo simpático a los ojos de la princesa y de su padre. Pero al poco llegó otro cortejo con gran acompañamiento de hombres de armas que acampó en la plaza como si fuera tierra conquistada. El jefe, hombre cruel y ya mayor envió un mensaje perentorio a Cintolo exigiendo la mano de su hija para el rey Tuba de Oretón añadiendo que si no era atendido asaltaría el castillo. El joven conde se ofreció al rey para luchar contra este energúmeno por el amor de la princesa y confiado en que las boas fadas le ayudasen en su esfuerzo.
Pero Tuba era un vedoreiro, un brujo; sabía que no era rival en buena lid del joven conde y reunió a sus consejeros, también brujos, para lanzar un encanto para vengarse de Cintolo. Hubo un horrísono trueno, un gran estruendo y la ciudad se derrumbó sobre las buenas gentes de Bría. Todos perecieron. El conde, que estaba velando las armas, saltó sobre su caballo y atacó al rey brujo al que atravesó con su espada. Al volver al castillo vio que en su lugar había una gran caverna. Entró en ella y sólo encontró grandes piedras y fantásticas columnas pero Brías había desaparecido.

Desde entonces, en la cueva hay un encanto, una princesa rubia que puede ser vista al amanecer por el mortal de corazón limpio que pase por allí. Si puede desencantarla quedará dueño de sus riquezas, pero si falla, será devorado por un monstruo que vive en la cueva.


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06 septiembre 2008

Iztaccíhuatl y Popocatépetl


Hace tiempo, cuando los aztecas dominaban el Valle de México, los otros pueblos debían obedecerlos y rendirles tributo que se tenía que pagar por las malas o por las malas. El cacique de Tlaxcala que era uno de los tantos pueblos oprimidos decidió pelear por la libertad de su pueblo y empezó una terrible guerra entre aztecas y tlaxcaltecas.

La princesa Iztaccíhuatl, hija del cacique de Tlaxcala, se había enamorado de Popocatépetl, uno de los principales guerreros de este pueblo. Ambos estaban enamorados, por lo que antes de ir a la guerra, el guerrero pidió al padre de la princesa la mano de ella si regresaba victorioso. El cacique de Tlaxcala aceptó el trato, prometiendo recibirlo con el festín del triunfo y el lecho de su amor. El guerrero se preparó con hombres y armas, partiendo a la guerra después de escuchar la promesa de que la princesa lo esperaría para casarse con él a su regreso. Al poco tiempo, un rival de Popocatépetl inventó que éste había muerto en combate. Al enterarse, la princesa Iztaccíhuatl lloró amargamente la muerte de popocatépetl y luego murió de tristeza.

Popocatépetl venció en todos los combates y regresó triunfante a su pueblo, pero al llegar, recibió la terrible noticia de que la hija del cacique había muerto. De nada le servían la riqueza y poderío ganados si no tenía su amor.

Entonces, para honrarla y a fin de que permaneciera en la memoria de los pueblos, Popocatépetl mandó que 20,000 esclavos construyeran una gran tumba ante el Sol, amontonando diez cerros para formar una gigantesca montaña.

Desconsolado, tomó el cadáver de su princesa y lo cargó hasta depositarlo recostado en su cima, que tomó la forma de una mujer dormida. El joven le dio un beso, tomó una antorcha humeante y se arrodilló en otra montaña frente a su amada, velando su sueño eterno. La nieve cubrió sus cuerpos y los dos se convirtieron, lenta e irremediablemente, en volcanes.

Desde entonces permanecen juntos y silenciosos Iztaccíhuatl y Popocatépetl, quien a veces se acuerda del amor y de su amada; entonces su corazón, que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha arroja humo.

Leyenda enviada por エデシェル


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05 septiembre 2008

La leyenda de Rhiannon


Rhiannon había sido prometida en matrimonio a un hombre mayor que ella encontraba repugnante. Desafiando el deseo de su familia, Rhiannon, al igual que otras diosas celtas, se negó a casarse con uno de su "propia naturaleza".
En lugar de ello, la diosa Rhiannon había elegido a un rey mortal, Pwyll, como su futuro esposo, a quien se le apareció una tarde mientras él se encontraba con sus compañeros en un cerro cercano a su castillo.

Cuando el joven rey vio a Rhiannon, quedo encantado con la visión de la hermosa diosa vestida de brillante oro, galopando en su poderosa yegua blanca. Ella pasó por el sin brindarle ni siquiera una mirada. Pwyll estaba intrigado, entonces envió a uno de sus siervos a capturarla y le pidió que se la trajera. Pero pronto el sirviente regresó y le informó al rey, que aquella mujer corría con tanta rapidez que parecía su caballo apenas tocaba el suelo y que él ni siquiera había podido ver a donde se había ido.

Al día siguiente, Pwyll regresó solo al cerro y una vez más, la diosa celta apareció. Montado en su caballo, Pwyll, la persiguió pero tampoco pudo alcansarla. A pesar que su caballo corría más rápido que el de Rhiannon, la distancia entre ellos siempre parecía la misma. Por último, después de que su caballo comenzó a temblar del agotamiento, se detuvo y le suplicó a ella que se detuviese. Rhiannon lo hizo.

-Si veías que venía tras de ti, por qué no te detuviste? - preguntó el rey.
-Porque no me lo habías pedido. -respondió la Diosa.

La diosa Rhiannon entonces le hizo saber que ella había venido a encontrarlo en búsqueda del amor. Pwyll recibió la noticia con agrado y entonces tomó las riendas de la blanca yegua para guiarla a su reino. Rhiannon sonrió con ternura y sacudió la cabeza, diciéndole que deberían esperar un año para luego casarse. En ese momento, la diosa Rhiannon simplemente desapareció en las profundidades del bosque.

Rhiannon regresó un año más tarde, vestida como antes, para saludar a Pwyll en el cerro. Él estuvo acompañado por una tropa de hombres, como corresponde a un Rey en su día de la boda. Hablando sin palabras, Rhiannon invitó a los hombres a seguirla por el enmarañado bosque. Aunque temerosos, ellos cumplieron. A medida que se internaban entre los árboles, un camino se abría hacia adelante a la vez que tras ellos, el camino se cerraba.

Al llegar a un claro, se unió a la procesión, una bandada de pequeños pájaros cantores que revoloteaban juguetonamente en el aire alrededor de la cabeza de Rhiannon. Con el sonido de sus hermosos trinos, todos los temores de los hombres se fueron disipando. En poco tiempo llegaron al palacio de su padre, un lugar majestuoso construido de cristal plateado, rodeado por un lago.

Después de la boda, una gran fiesta tuvo lugar para celebrar el matrimonio de la diosa. La familia y el pueblo de Rhiannon son a la vez acogedores y alegres, pero una pelea estalló a la celebración. Se dice que el hombre al que una vez había sido prometida a contraer matrimonio estaba haciendo una escena, argumentando que no se debía permitir a la joven diosa, que se case con alguien de fuera de su propio pueblo.

Rhiannon se alejó discretamente del lado de su marido, para hacer frente a la situación... usando un poco de magia, convirtió al persistente hombre en un tejón y lo atrapó en una bolsa que tiró en el lago. Desafortunadamente, él logró escapar y más tarde volvió a causar grandes estragos en la vida de Rhiannon.

Al día siguiente Rhiannon, Pwyll y sus hombres parten para ir a Gales para presentar a su princesa. Cuando salieron del bosque y los árboles se cerraron detrás de ellos, Rhiannon tomó un momento para echar un vistazo hacia atrás. Ella sabía que la entrada al reino de hadas se había cerrado y que nunca más podría volver al hogar de su infancia.

Rhiannon fue acogida con satisfacción por la gente de su esposo y admirado por su gran belleza y su hermoso canto. Sin embargo, dos años pasaron sin ella quedara embarazada del heredero al trono. La cuestión de su sangre, su "aptitud" para ser reina comenzó a ser puesta en duda. Afortunadamente, en el siguiente año ella quedó embarazada y tuvo un saludable hijo. Este bebé, sin embargo, iba a ser la fuente de una gran tristeza para Rhiannon y Pwyll.

Como era costumbre entonces, seis mujeres habían sido asignados a quedarse con Rhiannon en su cuarto para ayudar con el cuidado del bebé. Aunque las mujeres tenían que trabajar en turnos, durante la noche todas atendían al bebé para que la diosa Rhiannon pudiera dormir y recuperar su fuerza después del parto.

Pasó que una noche, todas las criadas se quedaron dormidas y cuando se despertaron, encontraron la cuna vacía. Temiendo ser severamente castigadas por su negligencia, ellas idearon un plan para culpar a la diosa Rhiannon que después de todo, era una extraña que no pertenecía a su propio pueblo. Las criadas mataron a un cachorro y ensuciaron con sangre a Rhiannon mientras dormía y esparcieron sus huesos alrededor de su cama. Entonces la diosa fue culpada de comerse a su propio hijo.

Aunque Rhiannon juró su inocencia, Pwyll, por su propio sufrimiento, la conmoción y el dolor y ante el enojo de sus asesores y del pueblo, no pudo defenderla. Solo se limitó a decir que él no iba a divorciarse de ella pero pedía para ella un castigo.

Entonces es condenada a llevar sobre su espalda a todos los visitantes que vayan a la fortaleza de su esposo. Durante cuatro años Rhiannon estuvo en la puerta de castillo, contando a todos la historia de su delito.

Rhiannon cumplió con su humillante castigo sin queja. A través del frío de los inviernos y el polvo de calor de los veranos, ella soportó con tranquila aceptación. Su valor era tal que pocos aceptan su oferta de transporte en el castillo. El respeto de la gente empezó a propagarse en todo el reino con los viajeros que hablaban de la condena, la pena y la dignidad con la que la diosa Rhiannon llevaba su sufrimiento.

En el otoño del cuarto año, tres desconocidos aparecieron en la puerta. Eran un hombre bien vestido, su esposa, y un chico joven. Rhiannon se levantó para saludarlos diciendo: "Señores, estoy aquí para llevarlos sobre mi a cada uno de ustedes a la corte del Rey, porque he matado a mi único hijo y este es mi castigo". El hombre, su esposa, y el niño desmontaron.

Mientras que el hombre levantaba a Rhiannon, el niño le entregó un trozo de vestido de bebé. Rhiannon vio que era de la tela que había tejido con sus propias manos. El muchacho entonces le sonrió y ella reconoció que tenía delante los ojos de su hijo, Pryderi.

Al poco tiempo la historia fue contada. Cuatro años antes, durante una gran tormenta, el noble agricultor había sido llamado al campo para ayudar a una yegua en el trabajo de parto. Fue entonces cuando oyó el llanto de un bebé que encontraron abandonado. Él y su esposa se quedaron con el bebé, y lo criaron como si fuera propio. Cuando los rumores de la suerte de la diosa Rhiannon llegado a sus oídos, el agricultor se dio cuenta de lo que había sucedido y quisieron devolver el niño a sus padres.

La mayoría de las leyendas sugieren que el raptor fue el tejón, aquel antiguo pretendiente que enfurecido porque Rhiannon lo había rechazado, había escapado y había tomado venganza, secuestrando a su bebé.

El muchacho fue reconocido rápidamente cómo hijo del Rey Pwyll. La diosa Rhiannon fue restaurada en su honor y recuperó su lugar al lado de su marido. A pesar que había sufrido enormemente en sus manos, Rhiannon, diosa de nobles rasgos, vio que estaba avergonzado y lo cubrió con el perdón y la comprensión.


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20 agosto 2008

Ícaro


Cuenta la leyenda, qué Minos, el rey de Creta encarga a Dédalo (un famoso arquitecto griego), que construyera el laberinto de Creta, con la finalidad de encerrar al Minotauro.
Cuando Minos se entera que Dédalo le había contado a Ariadna el secreto para que Teseo saliera del laberinto, decide dejarlo encerrado a él y a su hijo Ícaro en el laberinto.

Con la intención de escapar del laberinto, Dédalo construye unas alas, para él y su hijo. Éstas estaban hechas de plumas de pájaros unidas con lino y cera que encontró en panales de abeja. Las ató a los brazos de Ícaro y luego en los suyos e iniciaron el vuelo.
Dédalo había advertido a su imprudente hijo que no volara demasiado bajo ya que el mar mojaría las plumas y las haría pesadas ni demasiado alto porque el sol derretiría la cera y eso provocaría la destrucción de las alas.

Dédalo voló delante de Ícaro, mientras éste fascinado por la belleza del cielo y alentado por el canto de los pájaros, se elevó cada vez más cerca del sol. El calor comenzó a derretir la cera que unía las plumas y éstas empezaron a desprenderse hasta que Ícaro cayó al mar.

Cuando su padre miró atrás, solo vio lo que quedaba de un par de alas flotando en el mar, más jamás encontró a su hijo. Desde entonces ese mar se conoce como Icaria.


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16 julio 2008

La Historia de Nornagesta


Las tres hermanas visitaron Dinamarca en una ocasión y entraron en la morada de un noble cuando su primer hijo vino al mundo. Introduciéndose en la habitación en la que se encontraba la madre, la primera Norna prometió que el niño sería bien parecido y valiente y la segunda que sería próspero y un gran escaldo, predicciones que llenaron de alegría los corazones de los padres. Mientras tanto, las noticias de lo que estaba sucediendo se habían expandido y los vecinos entraron en la habitación en tales cantidades que la tercera Norna fue empujada groseramente fuera de su asiento.

Furiosa ante esta afrenta, Skuld se alzó altanera y declaró que los dones concedidos por sus hermanas serían inútiles, ya que ella decretaba que el niño viviría sólo tanto tiempo como el cirio que ardía al lado de la cama tardara en consumirse. Estas palabras llenaron de terror el corazón de la madre y estrechó estremeciéndose al bebé contra su pecho, pues el cirio ya casi se había consumido y su extinción estaba cercana. La Norna mayor, sin embargo, no tenía la intención de ver cómo sus predicciones se convertían en nada, pero, ya que ella no podía obligar a su hermana a retractarse de sus palabras, asió rápidamente el cirio, apagó la llama y le entregó el pedazo humeante a la madre del niño, pidiéndole que lo guardara cuidadosamente y que nunca volviera a encenderlo hasta que su hijo estuviera ya hastiado de la vida.

Al niño se le dio el nombre de Nornagesta, en honor a las Nornas y creció siendo tan hermoso, valiente y talentoso como cualquier madre pudiese desear. Cuando fue lo suficientemente mayor como para comprender la solemnidad de sus obligaciones, su madre le contó la historia de la visita de las Nornas el día de su nacimiento y colocó en su mano el fragmento de vela que quedaba, el cual guardó durante muchos años, dentro del armazón de su arpa para más seguridad. Cuando sus padres fallecieron, Nornagesta deambuló de un lugar a otro, tomando parte y destacando en todas las batallas, cantando sus hazañas heroicas dondequiera que fuese. Ya que era de temperamento entusiasta y poético, no se cansó pronto de la vida, y mientras otros héroes se hacían viejos y decrépitos, él permanecía joven de corazón y vigoroso de cuerpo. Por tanto, presenció las emocionantes gestas de las épocas heroicas, fue un preciado compañero de los antiguos guerreros y, tras vivir durante trescientos años, vio que la creencia en los antiguos dioses paganos pasaba a ser sustituida por las enseñanzas de los misioneros cristianos. Nornagesta llegó finalmente hasta la corte del rey Olav Tryggvesson, el cual, siguiendo su costumbre, le convirtió casi a la fuerza y le convenció para que fuera bautizado. Entonces, deseoso de convencer a su gente de que los tiempos de las supersticiones habían pasado, el rey obligó al anciano escaldo a extraer y encender el cirio que había guardado con tanto cuidado durante más de tres siglos.

A pesar de su reciente conversión, Nornagesta observó inquieto la llama mientras parpadeaba y, cuando finalmente se apagó, cayó al suelo sin vida, demostrando así que, a pesar del bautismo recién recibido, él aún creyó en las predicciones de las Nornas.


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07 julio 2008

Babalú Ayé


Era Babalú Ayé un hombre justo, sencillo, bondadoso y humilde, aunque poderoso, conocido no sólo por su fortuna, sino por su capacidad para enfrentar la adversidad sin lamentaciones inútiles, por su buena disposición para no dejarse abatir por los contratiempos. Aunque joven aún, era respetado y escuchado en su tierra. Incluso Olofin confiaba en su sensatez y ecuanimidad.

A tal punto, que cuando el envidioso Echu le argumentó que no había ni siquiera un hombre justo en la tierra. Olofin de inmediato mencionó a Babalú Ayé como ejemplo, y para dar mayor peso a sus palabras, retó a Echu a que lo tentara y le hiciera perder su fortuna, para ver si culpaba a alguien por ello. Ni corto ni perezoso, Echu así lo hizo y Babalú Ayé perdió hasta la camisa; pero no maldijo ni renegó.

Echu, indignado, se quejó ante Olofin de que Babalú Ayé conservaba su compostura, porque, a pesar de que no tenía fortuna, tenía salud, y todo hombre sano se siente en condiciones de rehacer su vida. Olofin, confiando siempre en Babalú Ayé, instó a Echu a quitarle también la salud. Y allá fue Echu, a cubrir a su víctima de la más asquerosa lepra, la cual lo convirtió en un apestado entre sus propias gentes. Pero ni así logró oir los ayes o las maldiciones de Babalú Ayé.

Volvio Echu ante Olofin, quien, molesto por tanta insistente saña, lo increpó diciéndole que no sólo no le daría ni una oportunidad más de perjudicar a un hombre cuya integridad estaba más que probada y a quien lo único que restaba por hacer era privarlo de la vida, sino que su decisión irrevocable era devolverle a Babalú Ayé fortuna y salud como bienes merecidos.

Y he aqui que Babalú Ayé, más poderoso y fuerte que antes, echó a andar por los caminos de su tierra en busca de una mujer con quien establecer una familia y asegurarse descendencia. Pero quiso su mala suerte que se prendara de la hermana del rey de una tierra vecina, a la cual contagió con sus llagas, por no haber esperado el tiempo necesario para su total curación.

Enterado el soberano, desterró a Babalú Ayé, quien se vio de nuevo en el camino, rotos sus sueños de descendencia y triste porque se le condenaba a vagar sin destino fijo.

Cruzó la frontera y fue a parar muy lejos de su tierra, a un hermoso lugar por donde cruzaba un río y crecían enormes y frondosos árboles. Allí se radicó y fue feliz durante algunos años, sin abandonar la esperanza de tener familia.

Y la ocasión llegó con una hermosa mujer de sedosa y brillante piel morena quien, procedente de otras tierras, había arribado allí por azares del destino. Con amor y tenacidad, ella ayudó a Babalú Ayé a formar su familia, a recuperar su prosperidad y a colaborar con la mayor prosperidad de su pueblo adoptivo: su familia mayor.

Fuente: http://adekayin.com


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01 julio 2008

Ix Chel e Itzama; La Luna y el Sol


Cuenta una antigua leyenda, que hace muchos muchos años, vivía una diosa hermosa llamada Ix Chel. Itzama, el dios del Sol al verla se enamoró de ella. El tiempo pasó y ellos se casaron, yendo a vivir al cielo en donde pasaron mucho tiempo felices.
Se cuenta que Itzama era un dios muy violento y sumamente celoso, entonces un día, tras uno de sus ataques de celos, acusó a Ix Chel de serle infiel.
Ella que siempre había respetado a su marido, se sintió muy dolida y en vez de discutir con él, simplemente lo dejó y se fue a vivir al cielo de la noche.
Cuando Itzama recapacitó, la fue a buscar, pero Ix Chel se escondió y así lo siguió haciendo cada vez.
Entonces, cuando el dios Sol se retira, sale Ix Chel, la diosa de la Luna, a alumbrarnos la noche.


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30 junio 2008

El espíritu del Híkuri


Cuentan los ancianos, que hace mucho, mucho tiempo en la sierra huichola se reunieron los abuelos para platicar de la situación en la que se encontraban. Su gente estaba enferma, no había alimentos, ni agua, las lluvias no llegaban y las tierras estaban secas.
Decidieron mandar de cacería a cuatro jóvenes de la comunidad, con la misión de encontrar alimento y traerlo a su comunidad para compartir fuera mucho o poco. Cada uno representaba un elemento, es decir el fuego, el agua, el aire y la tierra.

A la mañana siguiente emprendieron el viaje los cuatro jóvenes, cada uno llevando su arco y su flecha. Caminaron días enteros hasta que una tarde de unos matorrales saltó un venado grande y gordo. Los jóvenes estaban cansados y hambrientos, pero cuando vieron el venado se les olvidó todo; comenzaron a correr detrás de él sin perderlo de vista. El venado veía a los jóvenes y se compadeció. Los dejó descansar una noche y al día siguiente los levantó para seguir con la persecución. Así transcurrieron semanas hasta que llegaron a Wirikuta (desierto de San Luis Potosí y camino sagrado de los huicholes). Estaban justo en la puerta al lado del cerro de las Narices, en donde habita un espíritu de la tierra y vieron al venado que brincó en esa dirección. Ellos juraban que se había ido por ahí, lo buscaron pero no lo hallaron. De pronto uno lanzó una flecha que fue a caer en una gran figura de venado formada en la tierra de plantas de peyote. Todas juntas brillaban con el sol, como esmeraldas mirando a una dirección. Confundidos los jóvenes con lo sucedido, decidieron cortar las plantas que formaban la figura del venado (marratutuyari) y llevarlas a su pueblo.

Después de días de camino llegaron a la sierra huichola donde los esperaba su gente. Se presentaron de inmediato con los abuelos y contaron su experiencia. Comenzaron a repartir el peyote (híkuri) a todas las personas que después de un rato los curó, alimentó y les quitó la sed. Desde ese momento los huicholes veneran al peyote que a mismo tiempo es venado y maíz, su espíritu guía. Así cada año, hasta nuestros tiempos, siguen andando y peregrinando, manteniendo viva esta ruta de la sierra huichola hasta Wirikuta, para pedirle al Dios lluvias, sustento y salud para su pueblo.

Fuente:http://www.realdecatorce.net


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15 mayo 2008

Cuchulain y Skatha


Cuchulain pensaba en cómo prepararse para la guerra y para las hazañas heróicas con que ganaría el corazón de Emer, la mujer a la que amaba.
Había escuchado hablar sobre una fuerte guerrera llamada Skatha que, en la Tierra de las Sombras, enseñaba a los jóvenes héroes.

El joven enfrentó grandes peligros en el camino a la Tierra de las Sombras, cruzó oscuros bosques e inmensos desiertos. Luego de escapar de las bestias de Perilous Glen, llegó al legendario Puente de los Obstáculos que debía cruzar para llegar a las tierras de Skatha.
Alli encontró a muchos hijos de los príncipes de Irlanda, que esperaban aprender las artes de la guerrera. Entre ellos estaba su amigo Ferdia, hijo de Daman, a quien pidió que le explicara cómo llegar a las tierras de Skatha.

El puente de los obstáculos era muy estrecho y estaba sobre un desfiladero, donde muy abajo se podía ver un mar ardiente donde nadaban monstruos terribles.
Ferdia le dijo: "Ninguno de nosotros ha cruzado el puente, pues hay dos hazañas que Skatha enseña al final, una es saltar por encima del puente y la otra es lanzar la Gae Bolg. Si un hombre pisa los extremos del puente, inmediatamente la mitad se alza y lo devuelve a su punto de origen, y si salta sobre él, puede perder el equilibrio y caer donde están los monstruos."

Cuchulain decidió reponerse del viaje, y cuando cayó la noche, ensayó el cruce del puente. Tres veces lo intentó, y las tres veces fue rechazado, mientras sus compañeros se burlaban de él por no ser capaz de esperar la ayuda de Skatha.
En el cuarto salto llegó a la mitad del puente, y con un salto más, estuvo frente a la fortaleza de la mujer guerrera en dónde ella lo esperaba. Skatha le alabó su coraje y lo admitió como alumno.

Durante un año y un día Cuchulain vivió con Skatha y aprendió con facilidad todo cuanto ella le enseñaba. Finalmente fue instruido en cómo usar la Gae Bolg (bella lanza), que se lanzaba con el pie y al entrar en el cuerpo del enemigo agrietaba cada músculo de su cuerpo.
Skatha le dio la poderosa arma ya que, antes de conocerle, había considerado que nadie era adecuado para poseerla, entonces, Cuchulain se convirtió en un experto guerrero.


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30 abril 2008

Taliesín y el Awen



Cuenta una antigua leyenda celta, qué Ceridwen era una hechicera que vivía en medio del lago Bala.
Ella tuvo tres hijos: Morvran, que era muy hermoso, al igual que su hermana Creirwy (huevo de cristal) de quien se decía que era una doncella luminosa. Pero el tercero, Afag Du (total oscuridad), era el menos favorecido de los hombres.

En compensación a su fealdad, Ceridwen decidió preparar en su caldero mágico un brebaje para Afag Du que le otorgara la sabiduría llamada Awen, o espíritu de la inspiración.
Esta pócima la prepararía según las artes de los Fferyllt: debía hervir a lo largo de todo un año más un día, al final del cual se obtendrían 3 gotas capaces de darle el Awen a quien la tomara.

Ceridwen puso a dos personas a cuidar el fuego del caldero mientras ella salía a recolectar plantas: un ciego llamado Morda (gran bien) y un niño llamado Gwion Bach (pequeño inocente).

Pasó un año entero y en el último momento de la preparación, unas gotas del caldero salpicaron a Gwion quien, al sentir la quemadura en su mano, llevó ésta a la boca para lamerla, recibiendo al instante los tres dones de Awen: la inspiración poética, la profecía, y la capacidad de cambiar de forma voluntariamente. El resto de la pócima se volvió venenosa e hizo explotar el caldero, rompiéndose éste en dos mitades.

Por el recién adquirido don de la profecía, Gwion supo que Ceridwen intentará matarle por haber probado lo que estaba destinado a su hijo, así que usando su capacidad de cambiar de forma se transformó en liebre y hulló velozmente, pero Ceridwen, al darse cuenta de lo sucedido, le persiguió en forma de galgo. Gwion entonces se convirtió en pez, pero ella se transformó, a su vez, en nutria. Él se hizo pájaro, y ella halcón. Entonces Gwion se convirtió en un grano más de trigo en un granero; ella, sin embargo, convertida ya en gallina negra, lo engulló.

Este grano de trigo engullido logró preñar el vientre de la hechicera, quien a los 9 meses dió a luz a un bebé de gran belleza. Ceridwen, incapaz de matarle, colocó al recién nacido en una bolsa de cuero que abandonó en el río. El saco con el pequeño fue descubierto el 1º de Mayo por el príncipe Elffin quien, al contemplar al hermoso bebé exclamó:

-Mirad! Tiene el rostro radiante!

Y es así que el niño recibió el nombre de Taliesín, que en galés significa "rostro radiante".

Taliesín, a pesar de tener tan tierna edad, era capaz de improvisar unos versos perfectos por virtud de Awen, por lo que se le designó poeta privado de Elffin. Más tarde lograró la fama como jefe de los bardos de Gran Bretaña.

Al alcanzar la Awen, Gwion, ya convertido en Taliesín, rememoró su verdadera existencia y habló de su estancia en el Castillo de Arianhrod y de las diferentes vidas que ha ido teniendo, en unos poemas recogidos en el "Libro de Taliesin".


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02 abril 2008

Finn y la Cierva.



Un día en que Finn y sus compañeros regresaban con sus perros de una cacería en el monte Allen, una cierva se cruzó por su camino y todos comenzaron a correr tras ella.

Pronto los perseguidores fueron quedando atrás, excepto Finn y sus dos perros, Bran y Skolawn.

Estos perros tenían un origen muy peculiar ya que eran hijos de Tyren, tía de Finn, que había sido transformada en perra por un encantamiento. Ellos eran los mejores canes de toda Irlanda y Finn les admiraba y amaba mucho.

Cuando la cacería se dirigía hacia un valle, la cierva se detuvo, se recostó, y Finn vio que sus perros jugaban con ella lamiéndole la cara. Finn ordenó que nadie le hiciera daño y ella los siguió durante todo el camino de regreso.

Esa misma noche, él se despertó y vio junto a su cama a la mujer más hermosa que jamás había visto durante toda su vida.

- Soy Saba, Finn, soy la cierva que perseguiste en la cacería de hoy -dijo ella- A causa de no haber querido dar mi amor al druida de la tierra de las hadas, me convirtió en lo que has visto, y he estado así durante tres años. Uno de sus esclavos, apiadándose de mí, me reveló que si podía llegar hasta vuestra morada de Allen, oh Finn, volvería a mi forma original.
Temía ser destrozada por vuestros perros o herida por los cazadores, y por eso sólo me deje alcanzar por vos, y por Bran y Skolawn, quienes tiene la naturaleza del hombre y no me harían daño.

Finn prometió protegerla y pronto él la hizo su esposa. Tan profundo fue el amor que se tuvieron, que durante meses no se preocupó de luchar ni guerrear, sino simplemente de pasar cada día con su bella esposa.

Un día llegó la noticia de que barcos de guerra del Norte estaban en la bahía de Dublín, así que él mando llamar a todos sus hombres, y le dijo a su esposa:

-Los hombres de Erín nos dan tributo y hospitalidad para que los defendamos de los invasores, y sería una vergüenza aceptar los pagos sin dar de nuestra parte lo que se pide.

Durante siete días estuvo ausente Finn, hasta que los escandinavos se alejaron de las costas de Erín. Al octavo día regresó entre los suyos, pero vio la preocupación en los ojos de hombres y mujeres y Saba no estaba en la muralla esperando su regreso.

Ante el pedido de Finn, le contaron lo que había sucedido. Saba esperaba ansiosa su regreso, y un día apareció Finn con sus dos perros y hasta se escucharon las notas de la llamada de caza de los de la Fianna en el viento.
Saba corrió hacia la verja a recibir a su amado, pero era un falso Finn que blandió una varita de avellano y la convirtió de nuevo en un ciervo. Sus perros comenzaron a perseguirla haciéndola huir.
Los hombres tomaron todas las armas que pudieron y salieron en busca del hechicero, pero no encontraron a ninguno de los dos.

Finn se retiró a su habitación y se encerró un día completo, aunque luego siguió ocupándose de los asuntos de la Fianna como siempre. Durante siete años buscó a Saba por cañadas, bosques y cuevas de toda Irlanda, con la sola compañía de sus fieles perros hasta que perdió toda esperanza y renunció.

Un día mientras cazaba en Ben Bulban oyó que los perros gruñían con furia, él y sus hombres corrieron hacia ellos y encontraron que los canes intentaban acercarse a un niño de largos cabellos rubios, que estaba desnudo al pie de un árbol, mientras Bran y Skolawn los mantenían a distancia.
Los fians apartaron a los perros y se llevaron con ellos al muchacho que, cuando aprendió a hablar, les contó su historia.

Él no había conocido ni padre ni madre alguna. Siempre había vivido en un valle cerrado por acantilados altísimos y había sido cuidado por una cierva amorosa.
Durante el verano se alimentaba de frutos silvestres y durante el invierno se mantenía con las provisiones que guardaba en su cueva.
De tanto en tanto, aparecía un hombre de aspecto oscuro que hablaba con la cierva, a veces con ternura y otras con amenazas, pero la cierva siempre huía de él.

Un día, el hombre llegó y estuvo largo rato con la cierva, hasta que la tocó con una varita de avellano y la obligó a seguirlo sin mirar atrás. El niño intentó ir tras ellos pero no pudo mover su cuerpo, llorando de rabia y desolación, cayó al suelo y perdió el sentido. Cuando volvió en si estaba en la ladera de la montaña de Ben Bulban y durante días buscó aquel valle verde, hasta que los perros lo encontraron.

Finn se dio cuenta de que era su propio hijo y le llamó Oisin, pequeño ciervo, quién fue conocido como guerrero y gran compositor de canciones y fábulas.


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28 febrero 2008

Trentrenvilu y Cacaivilu


Hace mucho tiempo, en la época de los Pillanes, los hijos de los más poderosos (Peripillán y Antu) fueron convertidos en serpientes en castigo. Es así como Caicai (hijo de Peripillán) fue convertido en una serpiente marina, mientras que Trentren fue convertido en una serpiente de tierra.

Cacaivilu era enemiga de la vida terrestre, además, el "desagradecido hombre" no le rendía tributo por lo que les brindaba, mientras que si agradecían al hijo de Antu. No era de extrañar, Trentrenvilu era un ser bondadoso, que protegía a los hombres y a la vida en general.

La ira de Caicaivilu aumentó con el tiempo, junto a sus celos y en un deseo de castigar a los hombres, agitó su inmensa cola sobre las aguas formando olas gigantes con el propósito de incorporar la tierra de los hombres dentro de sus dominios.

Trentren vio esto y empezó a elevar el nivel de la tierra, formando cerros en donde los hombres pudieran refugiarse para no perecer ahogados. Transformó a quienes se estaban a punto de ahogar en aves y a los que caían a las aguas en peces y animales marinos.

No bastó, Cacaivilu, elevó aún más el nivel del mar de tal forma que los valles quedaron sumergidos y los cerros se transformaron en islas (archipiélago de Chiloé). Así que Trentren ordenó a los cerros elevarse más aún formando una columna de montañas (Cordillera de los Andes) para que pudieran protegerse.

Las serpientes empezaron a luchar entre ellas hasta que quedaron agotadas, ganando Trentren al conseguir que la tierra no desapareciera bajo las aguas, pero sin lograr que se retiraran del todo, formando así la actual geografía de Chile.


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La Guerra por Ethan


Según cuenta la leyenda, hubo un famoso rey de Irlanda de la raza de los Tuathan Dé Dann, Eochaid Ollathair su nombre.

Ethan, hija de Etar creció con una belleza envidiable. Eochaid Ollathair, Rey de Irlanda, quien andaba buscando una buena mujer para casarse, se enamoró de ella nada más al verla. Se casó pues con ella y pasaron años juntos.
Eochaid tenía un hermano llamado Ailill. Sucedió que Aillil cayó enfermo y nadie sabía la causa de sus males. Él mismo le confesaría después a Etain que la causa era su amor por ella y la convenció de que si no llegaban a consumar ese amor él moriría.

Etain se citó con Ailill para amarse pero éste no llega a la cita. Quien llega es Midir el Orgulloso, quien le dice que él había hechizado a Aillil para poder citarse en ese sitio con ella. El le pide que se fuera con él a la Tierra de la Juventud, pues ya Fuamnach había muerto.
Etain no entendía nada, así que Midir le explicó todo su pasado. Poco después se fueron los dos esposos inmortales.

Eochaid se enfadó mucho al saber de la fuga de su esposa, y fue donde un famoso druida quien le informó donde estaba el palacio de Midir. Eochaid y su ejército fue a buscarla a la Tierra de la Juventud y encontró fuerte resistencia por parte de la gente de Midir, pero al final quedaron acorralados y Midir tuvo que ceder y le dijo a Eochaid que se la entregaría. Entonces, ante los ojos de Eochaid y desfilaron 50 doncellas tan igual de bellas como Ethan.

-Escoge a tu verdadera esposa -dijo Midir-.

Se dice que Ethan le hizo una señal y así pudo él acertar la escogencia. Ethan volvió a vivir con Eochaid y le dio una hija a quien llamaron también Ethan.


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27 febrero 2008

El Arpa de Dagda


Cuenta la leyenda que en la segunda batalla de Mag Tuiredh, el arpista del Dagda -con el arpa incluida- cayó prisionero de los fomorianos.
Uno de los hijos de El Dagda -Oghma- y el heroico Lugh, lo acompañaron hasta el campamento enemigo para rescatar al arpista y recuperar Arpa mágica con la qué Dagda controla el inicio y final de las estaciones, la cuál obtuvo del Mundo Superior.

Para ello fueron en su búsqueda, llegando hasta el salón de banquetes del palacio submarino de sus enemigos. Allí vieron como el arpa colgaba de la pared y Dagda con sus poderes, la llamó y ésta rápidamente se descolgó por sí sola y voló hasta las manos de su legítimo dueño, matando en el trayecto a nueve fomorianos.

El Dagda usó una poderosa invocación como llamada que rezaba así:

¡Ven Roble de los dos gritos!
¡Ven mano de música cuádruple!
¡Ven verano, ven invierno!
¡Voz de arpas, fuelles y flautas!

Cuando el dios Dagda recuperó de nuevo su Arpa, tocó en ella las tres nobles cuerdas, que cualquier gran maestro del arpa debía dominar: los acordes de la risa; del llanto y los del sueño. De esta manera provocó una enorme risa, luego llanto y por último fomorianos cayeron en un largo sueño. Merced a esto pudo huir sin contratiempos.


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24 febrero 2008

El día que Yewá se fue


Los framboyanes anaranjados y amarillos; los jagüeyes matizados de verdes y carmelitas; las ceibas cuyas ramas invocaban a Olofin; las rosas, las margaritas, las gardenias, las violetas; las pocetas con lirios que nacían en lo profundo del limo; los ríos con sus cataratas que formaban arcoiris; los puentes imaginarios de chinas pelonas; las enredaderas tupidas y multicolores: así era el ambiente de pureza absoluta en el jardín del espacio infinito donde estaba el palacio de Obatalá y Yembó, orishas padres de todo el panteón yoruba.
Su hija Yewá, bella entre las bellas, a quien al nacer se le habían entregado los dones de la pureza, la virginidad y la hermosura, paseaba su tranquilidad espiritual, vestida con sus colores preferidos: los tonos rosa, que tan bien venían a su angelical figura. Ella, quien no se relacionaba con nadie, vivía, etérea, dentro de los muros de la casa paterna, la cual abarcaba el universo con todos sus astros.

En una reunión de orishas y awós, Shangó comentaba lo poco virtuosas que eran las mujeres. Elegguá saltó, y contó de la existencia de esta virgen dulcísima, encerrada entre los muros de su jardín, no vista por nadie más que por sus padres. Shangó, asombrado y picado en su vanidad de hombre viril, majestuoso y atractivo, decidió tentarla, con la picardía propia de sus muchas experiencias amorosas.

Al día siguiente, escaló la tapia del jardín cuyas flores le sonrieron y ofrecieron sus pétalos en saludo al rey poderoso y vital que las acariciaba con su presencia. Los pájaros cantaban muy bajo. Esto llamó la atención de Shangó, pues los pájaros siempre trinan alto en lugares intrincados; sin embargo, allí, todo estaba en calma.

Sin poder precisar cómo ni cuándo, de repente se alborotaron los pericos, canarios, tórtolas y palomas, y sus cantos saludaron la llegada de una joven bellísima, quien flotaba al encuentro de la naturaleza. Las flores perfumaban su paso con sutiles aromas, las hojas se abrían para dejar caer ante ella el rocío de la noche, como alfombra de perlas.

Shangó quedó fascinado por el hechizo de aquella visión. Sin recordar los sabios consejos de Elegguá, se irguió ante Yewá quien, con los ojos bajos, rechazaba las vibraciones que le producía aquel joven que tenía delante. Shangó le dijo: "Yewá, bella entre las más bellas, mírame, no temas". Ella, en ese instante de flaqueza, no pudo acallar aquel sentimiento extraño y cálido, y levantó la vista, para faltar así a la palabra dada a su padre. Lloró entonces de vergüenza y corrió a esconderse.

En ese momento había conocido el amor, emoción prohibida para ella. Sería su amor uno eterno e imposible. Decidió confesarle la culpa a su padre y cubrirse la cara con un velo para que nadie viera que había faltado a su promesa. Entonces, toda su ropa adquirió tonalidades de un rosa más profundo, y el mundo conoció por primera vez el rubor de la vergüenza.

Obatalá, sabio entre los sabios, se dio cuenta, al ver a su hija, de que algo muy malo le sucedía. Yewá lloraba sin consuelo, pero austera y justa como era, se refugió en los brazos paternos y le contó lo sucedido con Shangó. Obatalá quedó pensativo, pues en su reino y con sus hijos estaban sucediendo cosas que atentaban contra la moral establecida. Oloddumare se daba cuenta también y no aprobaba estas conductas. Como dueño de todo lo existente, había comentado a Obatalá que sería severo e implacable con el próximo que cometiera un acto de desobediencia. Yewá sabía ésto.
-Padre – le dijo – cumpla con su deber. Yo sé que resulta penoso para usted, pero mi falta es irreparable. ¿Que el castigo que se me imponga dure mientras haya un ser humano sobre la tierra?
Entonces, Obatalá la condenó a no dejar ver jamás su rostro; a gobernar sobre el país de los muertos como la más alta autoridad, y a vigilar de noche sus dominios convertida en lechuza, dueña de las tinieblas, símbolo de la sabiduría y la soledad.

Triste, Yewá partió al mundo de los silencios infinitos, al mundo de los muertos. En ese momento, temblaron las tierras, surgieron volcanes, las olas taparon las rocas, los rayos encendieron los bosques, el cielo oscureció, y con las lágrimas de Obatalá, furioso por haber mandado a su hija Yewá a la soledad del mundo de los eggun y de Ikú, se inundó el país de los orishas.


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20 febrero 2008

La maldición de Macha


Crunden, hijo de Agnoman, vivía en una parte solitaria del Ulster, entre las montañas, y tenía un buen pasar; pero su esposa había muerto, y él tenía sobre sí el cuidado de sus cuatro hijos.

Un día estaba sentado en la casa cuando vio entrar por la puerta a una mujer, alta, agraciada y bien vestida, que sin decir palabra se sentó junto al hogar y se puso a encender el fuego.

Fue después a donde estaba la harina, la sacó y la mezcló y asó una torta. Al atardecer tomó una vasija y salió a ordeñar las vacas, pero en todo el tiempo no dijo palabra.
Volvió después a entrar en la casa y se dio una vuelta hacia la derecha y se quedó la última en pie para tapar el fuego.

La mujer se llamada Macha, allí permaneció, y Crunden se casó con ella. Ella los atendía a él y a sus hijos y todo lo que tenía el hombre prosperaba.

Un día se dispuso una gran asamblea de los hombres del Ulster para hacer juegos y carreras y toda clase de entretenimientos; y todos los que podían -hombres y mujeres- solían ir a esa asamblea.

- Yo iré hoy allí - dijo Crunden -, como van todos los demás hombres.
- No vayas - dijo su mujer-, pues sólo con que en la feria pronuncies mi nombre, me perderás para siempre.
- Entonces no hablaré de ti para nada - dijo Crunden. Y marchó con los demás a la feria, donde estaba toda la gente del país.

A la hora nona llevaron el carro real al campo, y los caballos del rey ganaron la carrera. Entonces los bardos y poetas, los druidas y los servidores del rey y toda la asamblea, se pusieron a alabar al rey y la reina y sus caballos. Entonces clamaron:

"Nunca hubo mejores caballos que éstos; no hay quien corra más en toda Irlanda".

- Mi mujer corre más que esos dos caballos, dijo Crunden.

Cuando se lo contaron al rey, dijo:

- Apresad a ese hombre, y retenedle hasta que se pueda traer a su mujer a que pruebe su suerte corriendo contra los caballos.

Así que le apresaron y le retuvieron, y se enviaron mensajeros del rey a la mujer.

Ella dio la bienvenida a los mensajeros y les preguntó a que iban.

- Venimos por orden del rey - dijeron - a llevarte a la feria, para ver si corres más deprisa que los caballos del rey; pues tu marido se ha jactado de que lo harías, y ahora está preso hasta que vayas tú a liberarle.

- Necedad de mi marido fue decir eso - dijo ella -; en cuanto a mí, no estoy en condiciones de ir, porque pronto daré a luz.
- Qué pena - dijeron los mensajeros -, porque si no vienes se dará muerte a tu marido.
- Siendo así, tengo que ir, pase lo que pase - dijo ella.

Con esto partió hacia la asamblea, y cuando llegó allí todos se agolparon para verla.

- No es decoroso mirarme, en el estado en que estoy - clamó ella -; ¿para qué me han traído aquí?
- Para correr contra los dos caballos del rey - gritó el pueblo.
- ¡Ay dolor! - dijo ella - no me lo pidáis, pues ya se acerca mi hora.
- Sacad las espadas y matad a ese hombre - dijo el rey.
- Ayudadme - dijo ella al pueblo -, pues todos vosotros habéis nacido de madre. Y dijo al rey :
- Dame siquiera un plazo hasta que nazca mi hijo.
- No doy ningún plazo - dijo el rey.
- Entonces la vergüenza que caerá sobre ti será mayor que la que caiga sobre mí - dijo ella-.Y porque no has tenido conmigo ni piedad ni respeto, caerá sobre ti un mayor castigo que el que ha caído sobre mí. Que traigan los caballos y los pongan a mi lado.

Echaron a correr, y Macha adelantó a los caballos y ganó la carrera.
En la meta le dieron los dolores del parto, y alumbró a dos hijos, niño y niña, y del dolor dio un gran grito. De pronto acometió una debilidad a cuantos habían oído el grito, y de suerte que no tenían más fuerzas que la mujer allí tendida.

Y Macha dijo así:

"De aquí en adelante, y hasta la novena generación, la vergüenza que habeís puesto sobre mí caerá sobre vosotros; y en el tiempo en en que m´ds necesiteís vuestra fuerza, en el tiempo en que vuestros enemigos os estén cercando, en ese tiempo la debilidad de una parturienta descenderá sobre todos los hombres de la provincia del Ulster."

Y así sucedió. Y de todos los hombres del Ulster nacidos después de aquel día, ninguno escapó a aquella maldición.


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06 febrero 2008

Leyenda de "La Casa del Trueno"



Cuentan los viejos que entre Totomoxtle y Coatzintlali existía una caverna en cuyo interior los antiguos sacerdotes habían levantado un templo dedicado al Dios del Trueno, de la lluvia y de las aguas de los ríos.

Eran tiempos en los que aún no llegaban los hispanos ni las portentosas razas, conocidas hoy como totonacas, que poblaron el lugar de Veracruz que después llamaron Totonacan.

Siete sacerdotes se reunían cada tiempo en que era menester cultivar la tierra y sembrar las semillas y cosechar los frutos, siete veces invocaban a las deidades de esos tiempos y gritaban entonando cánticos a los cuatro vientos o sea hacia los cuatro puntos cardinales, porque según las cuentas esotéricas de esos sacerdotes, cuatro por siete eran ventiocho y ventiocho días componen el ciclo lunar.

Siguen diciendo las viejas crónicas que se han convertido en asombrosas leyendas, que esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor del trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de la caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Poco después atronaban el espacio furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los animales de la selva y a las especies acuáticas que moraban en los ríos.

Llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva durante muchos días y muchas noches y había veces en que los ríos Huitizilac y Papaloapan (el de las mariposas), se desbordaban cubriendo de agua y limo las riberas y causando inmensos desastres.
Cuanto mas arrastraban los cueros mayor era el ruido que producian los torrentes y cuanto más se golpeaba el gran tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos, cuanto más relámpagos significaba mayor número de flechas incendiarias.

Pasaron los siglos...

Un día arribaron al lugar grupos de gentes ataviadas de un modo singular, trayendo consigo otras costumbres, y otras leyes y otras religiones. Se decían venidos de otras tierras allende el gran mar de turquesas (Golfo de México) y tanto hombres, como mujeres y niños, tenían la característica de estar siempre sonriendo como si fueran los seres más felices de la tierra y tal vez esa alegría se debía a que después de haber sufrido mil penurias en las aguas borrascosas de un mar en convulsión, habían por fin llegado a las costas tropicales, donde había de todo, así frutos como animales de caza, agua y clima hermoso.

Se asentaron en ese lugar al que dieron por nombre, en su lengua Totonacan y ellos mismos se dijeron totonacas.

Pero los sacerdotes -los siete sacerdotes de la caverna del trueno- no estuvieron conformes con aquella invasión de los extranjeros que traían consigo una gran cultura , entonces se fueron a la cueva a producir truenos, relámpagos, rayos y lluvias y torrenciales aguaceros con el fin de amedrentarlos.

En los antiguos registros que los milenios han borrado, se decía que llovió mucho y durante varios días y sus noches, hasta que alguien se dio cuenta de que esas tempestades las provocaban los siete hechiceros, los siete sacerdotes de la caverna de los truenos.

No siendo amigos de la violencia, los totonacas los embarcaron en un pequeño bajel y dotándoles de provisiones y agua los lanzaron al mar de las turquesas en donde se perdieron para siempre.

Pero ahora era preciso dominar a esos dioses del trueno y de las lluvias para evitar el desastre del pueblo totonaca recién asentado y para el efecto se reunieron los sabios y los sacerdotes y gentes principales y decidieron que nada podría hacerse contra esas fuerzas y que sería mejor rendirles culto, adorar a esos dioses y rogarles fueran magnánimos con ese pueblo que acababa de escapar de un monstruoso desastre.

En ese mismo lugar en donde estaba el templo y la caverna y se ejercía el culto al Dios del trueno, los totonacas u hombres sonrientes, levantaron el asombroso templo del Tajín, que en su propia lengua quiere decir lugar de las tempestades. Y no sólo se rindió culto al Dios del Trueno sino que se le imploró durante 365 días, como número de nichos tiene este pasmoso monumento, invocando el buen tiempo en cierta época del año y la lluvia, cuando es menester fertilizar las sementeras.

Hoy se levanta este maravilloso templo conocido en todo el mundo como pirámide o templó de El Tajín en donde curiosamente parecen generarse las tempestades y los truenos y las lluvias torrenciales.

Así nació la pirámide de El Tajín, levantada con veneración y respeto al Dios del Trueno, adorado por aquellas gentes que vivieron mucho antes de la llegada de los extranjeros, mucho antes de la llegada de los totonacas, cuando el mundo parecía comenzar a existir.


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28 enero 2008

La leyenda del Mamboretá



En una de las tribus guaraníes que vivían a orillas de los ríos Paraná y Uruguay el cacique descubrío un día a un forastero.
- Quien eres ? –le preguntó.
- Donde está tu pueblo?.
El joven indio le respondió:-he abandonado a los mios porque se han entregado como esclavos a los conquistadores blancos.

El cacique, amigablemente, le ofreció su toldo para que se quedara a vivir con ellos. Pasó el tiempo. El muchacho era muy trabajador y ademas, bailaba muy bien. Ayudaba en las tareas de la tribu y en las noches de fiesta los alegraba con sus danzas. Pero siempre tenía los ojos tristes, y mirada nostálgica.

Todos empezaron a llamar, Mamboretá al joven (del guaraní: Donde está tu pueblo?). Un día Mamboretá dejó el toldo del cacique, como lo hacía habitualmente. Se fue a trabajar al campo, pero llegó la noche y no volvió. Se había ido para siempre, pues no pudieron encontarlo.

Una noche el cacique descubrió que sobre su hombro se había posado un insecto desconocido de color verde. Como no sabía su origen le preguntó:
-Mamboretá?
Y el hermoso insecto le respondió, elevando sus bracitos al cielo y moviéndose como si bailara. Desde entonces vive en esas tierras formando parte del paisaje.

Wallpaper Mamboretá


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16 enero 2008

La leyenda de la vainilla



Cuentan que Xanath, hija de nobles totonacas, célebre por su belleza, vivía en un palacio cercano al centro ceremonial de Tajín, sede de su pueblo.

Cierto día en que la joven acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de Chac-Mool ("Mensajero Divino"), encontró casualmente a Tzarahuín (jilguero), un alegre doncel al que le agradaba silbar, y surgió entre ambos amor a primera vista.

Sin embargo, el romance mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una choza humilde rodeada de tierra fértil en que abundaban las anonas, las piñas y las calabazas. A pesar de la diferencia de clases, los enamorados se reunían casi a diario, de manera fugaz, cuando el mancebo llevaba al mercado la cosecha de sus siembras, y en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus corazones.

Una tarde en que Xanath pasó junto al templo sagrado de los nichos, la sorprendió la mirada penetrante del dios gordo, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada y su triple penacho; y desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a cortejarla. La doncella logró esquivarlo en un principio, mas el astuto dios encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su alegría habitual se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia de Tajín, si no accedía a sus reclamos amorosos.

La advertencia hizo temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín.

El astuto dios gordo resolvió entonces ganarse la confianza del padre de la joven para que influyera en el ánimo de Xanath. Lo invitó a su palacio, le reveló secretos divinos y cuando manifestó interés por la linda muchacha, recibió completo apoyo para casarse con ella.

Xanath hubo de soportar un mayor acoso del testarudo dios y su padre la obligó a aceptar una nueva cita, que resultaría fatal, pues luego de haber dado otra negativa al señor de la felicidad, éste, irritado, lanzó un conjuro sobre la doncella y la transformó en una planta débil de flores blancas y exquisito aroma: la vainilla.

Y si bien el dios creyó vengarse, lo cierto es que mientras de él existen sólo vagos recuerdos, en cambio, a ella la tenemos muy presente en nuestros días en el sagrado arte de la cocina...


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13 enero 2008

La leyenda del pájaro Dziú


Cuentan por ahí, que una mañana, Chaac, el Señor de la Lluvia, sintió deseos de pasear y quiso recorrer los campos de El Mayab. Chaac salió muy contento, seguro de que encontraría los cultivos fuertes y crecidos, pero apenas llegó a verlos, su sorpresa fue muy grande, pues se encontró con que las plantas estaban débiles y la tierra seca y gastada. Al darse cuenta de que las cosechas serían muy pobres, Chaac se preocupó mucho. Luego de pensar un rato, encontró una solución: quemar todos los cultivos, así la tierra recuperaría su riqueza y las nuevas siembras serían buenas.

Después de tomar esa decisión, Chaac le pidió a uno de sus sirvientes que llamara a todos los pájaros de El Mayab. El primero en llegar fue el dziú, un pájaro con plumas de colores y ojos cafés. Apenas se acomodaba en una rama cuando llegó a toda prisa el toh, un pájaro negro cuyo mayor atractivo era su larga cola llena de hermosas plumas. El toh se puso al frente, donde todos pudieran verlo.

Poco a poco se reunieron las demás aves, entonces Chaac les dijo:

—Las mandé llamar porque necesito hacerles un encargo tan importante, que de él depende la existencia de la vida. Muy pronto quemaré los campos y quiero que ustedes salven las semillas de todas las plantas, ya que esa es la única manera de sembrarlas de nuevo para que haya mejores cosechas en el futuro. Confío en ustedes; váyanse pronto, porque el fuego está por comenzar.

En cuanto Chaac terminó de hablar el pájaro dziú pensó:

—Voy a buscar la semilla del maíz; yo creo que es una de las más importantes para que haya vida.

Y mientras, el pájaro toh se dijo:

—Tengo que salvar la semilla del maíz, todos me van a tener envidia si la encuentro yo primero.

Así, los dos pájaros iban a salir casi al mismo tiempo, pero el toh vio al dziú y quiso adelantarse; entonces se atravesó en su camino y lo empujó para irse él primero. Al dziú no le importó y se fue con calma, pero muy decidido a lograr su objetivo.

El toh voló tan rápido, que en poco tiempo ya les llevaba mucha ventaja a sus compañeros. Ya casi llegaba a los campos, pero se sintió muy cansado y se dijo:

—Voy a descansar un rato. Al fin que ya voy a llegar y los demás todavía han de venir lejos.

Entonces, el toh se acostó en una vereda. Según él sólo iba a descansar mas se durmió sin querer, así que ni cuenta se dio de que ya empezaba a anochecer y menos de que su cola había quedado atravesada en el camino. El toh ya estaba bien dormido, cuando muchas aves que no podían volar pasaron por allí y como el pájaro no se veía en la oscuridad, le pisaron la cola.

Al sentir los pisotones, el toh despertó, y cuál sería su sorpresa al ver que en su cola sólo quedaba una pluma. Ni idea tenía de lo que había pasado, pero pensó en ir por la semilla del maíz para que las aves vieran su valor y no se fijaran en su cola pelona.

Mientras tanto, los demás pájaros ya habían llegado a los cultivos. La mayoría tomó la semilla que le quedaba más cerca, porque el incendio era muy intenso. Ya casi las habían salvado todas, sólo faltaba la del maíz. El dziú volaba desesperado en busca de los maizales, pero había tanto humo que no lograba verlos. En eso, llegó el toh, mas cuando vio las enormes llamas, se olvidó del maíz y decidió tomar una semilla que no ofreciera tanto peligro. Entonces, voló hasta la planta del tomate verde, donde el fuego aún no era muy intenso y salvó las semillas.

En cambio, al dziú no le importó que el fuego le quemara las alas; por fin halló los maizales, y con gran valentía, fue hasta ellos y tomó en su pico unos granos de maíz.

El toh no pudo menos que admirar la valentía del dziú y se acercó a felicitarlo. Entonces, los dos pájaros se dieron cuenta que habían cambiado: los ojos del toh ya no eran negros, sino verdes como el tomate que salvó, y al dziú le quedaron las alas grises y los ojos rojos, pues se acercó demasiado al fuego.

Chaac y las aves supieron reconocer la hazaña del dziú, por lo que se reunieron para buscar la manera de premiarlo. Y fue precisamente el toh, avergonzado por su conducta, quien propuso que se le diera al dziú un derecho especial:

—Ya que el dziú hizo algo por nosotros, ahora debemos hacer algo por él. Yo propongo que a partir de hoy, pueda poner sus huevos en el nido de cualquier pájaro y que prometamos cuidarlos como si fueran nuestros.

Las aves aceptaron y desde entonces, el dziú no se preocupa de hacer su hogar ni de cuidar a sus crías. Sólo grita su nombre cuando elige un nido y los pájaros miran si acaso fue el suyo el escogido, dispuestos a cumplir su promesa.


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10 enero 2008

La leyenda de Amarca


En viejos romances canarios corría de boca en boca la triste historia de Amarca, la celebrada doncella indígena. Tan gallarda era su figura, tan peregrina su belleza, que llegó a ser envidiada por todas las doncellas.
Tenía su morada en las bellas alturas de Icod. Su rústico albergue parecía como un nidal colgado en las crestas de la montaña, para sustraerse a las miradas y a la ambiciones esas aves rapaces, embaucadoras, que se llevan a las muchachas guapas.
Hasta el rústico hogar de la doncella llegó un día Belicar, el último Mencey , Rey y señor de estos dominios de Icod y quedóse atónito y deslumbrado ante la extraordinaria belleza de la joven.

Desde aquel día memorable acrecentóse su fama y corrió como fausta noticia por todo el Menceyato. Una condición tenía la moza que contrastaba con lo humilde de su linaje: su natural altivo y desdeñoso. Amarca veíase continuamente asediada de amores por muchísimos hombres y otras tantas sembró el dolor y la decepción en sus amantes.

- ¿A quién amará Amarca?, preguntábanse intrigados los zagales. ¿Para quién será el corazón de aquella belleza hija del Teide?. Guarecida a las faldas del coloso siempre entre las nieves.

La sorprendente nueva no se hizo esperar mucho tiempo. Uno de los más aguerridos vasallos del Reino, Garigaiga, el pastor, había enloquecido por Amarca. Amarca esquivaba su cariño; repudiaba su pasión local, desenfrenada. Repelía al hijo del Volcán, el de la tez hirauta y morena y los brazos recios como robles.
Enloquecido por el dolor de verse desdeñado, una tarde mientras los horizontes teñíanse de sangre y el sol moribundo plateaba las aguas del Océano como una riera de luna en una noche de misterio, vióse que Garigaiga, en el borde de un alto precipicio, agitaba sus brazos como banderas en la premura.
Vióse arquear el cuerpo hacia delante, hundir la cabeza sobre el pecho y partir veloz hacia el abismo.

La noticia del trágico suceso no tardó en extenderse por todas partes. Las mujeres, culpaban su egoísmo, y a sus desdenes atribuían la muerte del pastor.
De pronto Amarca desapareció, nadie sabía cual había sido el destino de la doncella. Sólo un anciano que una mañana la había visto descender de las cumbres y caminar como una sonámbula hasta las orillas del mar, hallábase en posesión del secreto. Qué no la buscasen, más parecía decir sus labios fríos y trémulos plegados para siempre y el anciano aquél lo contó todo.

Una semana al brillar los primeros destellos del sol, vio que Amarca se arrojaba al abismo, y después de luchar con el bravo oleaje, llevábasela mar adentro una ola alegre y corretona como un niño.
Era la época del "Beñesmen", de la sazón y de la riqueza de las mieses, eran los días de placidez y de luz, y todo sumióse en sombras y lágrimas... Amarca había aparecido muerta sobre las arenas de la playa, la habían matado un remordimiento muy hondo. El Mencey Belicar mandó que se cantasen tristes endechas; que se encendiesen luminarias en los cerros, y que los más fornidos mozos, como real costumbre en los días aciagos, azotasen con sus varas las aguas del mar. Mandó también que se ungiese su cuerpo con los más olorosos perfumes, que no en vano era la flor más preciada de la comarca.
Al cabo de los años cuando algún nocturno caminante cruzaba las cumbres del Teide, un lamento extraño escalofriante, deteníale acongojado. Era una voz débil, apagada, dolorida, que se aparecía surgir del fondo del barranco. Era aquel mismo clamor de súplica, de pena, de trágica agonía que tantas veces balbucearan los labios febriles de Garigaiga, el loco: "Amarca... hermosa Amarca".


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