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16 julio 2008

La Historia de Nornagesta


Las tres hermanas visitaron Dinamarca en una ocasión y entraron en la morada de un noble cuando su primer hijo vino al mundo. Introduciéndose en la habitación en la que se encontraba la madre, la primera Norna prometió que el niño sería bien parecido y valiente y la segunda que sería próspero y un gran escaldo, predicciones que llenaron de alegría los corazones de los padres. Mientras tanto, las noticias de lo que estaba sucediendo se habían expandido y los vecinos entraron en la habitación en tales cantidades que la tercera Norna fue empujada groseramente fuera de su asiento.

Furiosa ante esta afrenta, Skuld se alzó altanera y declaró que los dones concedidos por sus hermanas serían inútiles, ya que ella decretaba que el niño viviría sólo tanto tiempo como el cirio que ardía al lado de la cama tardara en consumirse. Estas palabras llenaron de terror el corazón de la madre y estrechó estremeciéndose al bebé contra su pecho, pues el cirio ya casi se había consumido y su extinción estaba cercana. La Norna mayor, sin embargo, no tenía la intención de ver cómo sus predicciones se convertían en nada, pero, ya que ella no podía obligar a su hermana a retractarse de sus palabras, asió rápidamente el cirio, apagó la llama y le entregó el pedazo humeante a la madre del niño, pidiéndole que lo guardara cuidadosamente y que nunca volviera a encenderlo hasta que su hijo estuviera ya hastiado de la vida.

Al niño se le dio el nombre de Nornagesta, en honor a las Nornas y creció siendo tan hermoso, valiente y talentoso como cualquier madre pudiese desear. Cuando fue lo suficientemente mayor como para comprender la solemnidad de sus obligaciones, su madre le contó la historia de la visita de las Nornas el día de su nacimiento y colocó en su mano el fragmento de vela que quedaba, el cual guardó durante muchos años, dentro del armazón de su arpa para más seguridad. Cuando sus padres fallecieron, Nornagesta deambuló de un lugar a otro, tomando parte y destacando en todas las batallas, cantando sus hazañas heroicas dondequiera que fuese. Ya que era de temperamento entusiasta y poético, no se cansó pronto de la vida, y mientras otros héroes se hacían viejos y decrépitos, él permanecía joven de corazón y vigoroso de cuerpo. Por tanto, presenció las emocionantes gestas de las épocas heroicas, fue un preciado compañero de los antiguos guerreros y, tras vivir durante trescientos años, vio que la creencia en los antiguos dioses paganos pasaba a ser sustituida por las enseñanzas de los misioneros cristianos. Nornagesta llegó finalmente hasta la corte del rey Olav Tryggvesson, el cual, siguiendo su costumbre, le convirtió casi a la fuerza y le convenció para que fuera bautizado. Entonces, deseoso de convencer a su gente de que los tiempos de las supersticiones habían pasado, el rey obligó al anciano escaldo a extraer y encender el cirio que había guardado con tanto cuidado durante más de tres siglos.

A pesar de su reciente conversión, Nornagesta observó inquieto la llama mientras parpadeaba y, cuando finalmente se apagó, cayó al suelo sin vida, demostrando así que, a pesar del bautismo recién recibido, él aún creyó en las predicciones de las Nornas.


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20 octubre 2007

La leyenda de Balder


Cuando nació Balder, Frigg, temerosa de la seguridad de su hijo, hizo que todas las criaturas, el fuego, el agua, el hierro, todos los metales, los pájaros y las serpientes juraran que no dañarían a Balder. Sin embargo, Balder comenzó a soñar cosas oscuras de modo que su madre, Frigg que sabia leer los sueños, vio que su amado hijo iba a morir. Para descifrar los sueños de Balder, Odín, montado en su caballo Sleipnir, descendió cabalgando a Hel. Allí, un perro ensangrentado (Garm), le salió al encuentro, pero Odín logró evitarlo y llegó a una puerta que se halla del lado de poniente. Dijo entonces unas palabras mágicas que provocaron que, en el fondo de un tumulto, despertara Hela; ella se quejó, pero Odín la obligó a descifrar el sueño de su hijo. Sin embargo, Hela lo hizo con palabras oscuras, pues estaba cansada y quería regresar a la muerte, y la advertencia de los sueños resultó de este modo vana. Cada vez el sueño de Balder se veía más y más turbado. Noche tras noche, se echaba en su cama moviéndose inquieto, dominado por unas espantosas visiones de oscuridad. Las pesadillas duraban tanto tiempo y se alargaron durante tantas noches que empezó a hacerle mal. Este dios que solía ser el más alegre de todos ellos acabó por convertirse en un ser obstinado y deprimido que se paseaba por Asgard sin hablar con nadie. Cuando le preguntaban que le pasaba, él les contestaba que eran las pesadillas; los dioses empezaron a preocuparse seriamente, y se reunieron en el Gladsheim para discutir el problema. Hicieron una lista nombrando todos los medios posibles (armas, enfermedades...) que podrían matar a Balder. Cuando estuvo terminada la lista, Frigg la cogió y la llevó a cada uno de los rincones de los nueve mundos, haciendo prometer a cada uno de los que estaban en la lista que no le harían daño a su hijo.

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El dios Loki estaba resentido porque sus hijos Fenrir, Jormundgander y Hela habían sido raptados por los dioses para que no maltratasen a los dioses ni a los humanos. Por lo tanto, Loki decidió matar a Balder. Durante mucho tiempo vagó por todo el universo en busca de algo que no hubiese prometido lastimar a Balder o que rompiese su promesa, y cuando por fin perdió su esperanza, pues no encontraba nada, decidió acudir a la propia Frigg en busca de respuestas. Loki se disfrazo de anciana y se dirigió ante la diosa Frigg, y no cesó de molestarla hasta que ésta le reveló que la única cosa que no le prometió lastimar a su hijo fue el muérdago. Loki salió y se dirigió al bosque, cogió una gran rama de muérdago y afiló la punta.

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Balder, creyéndose invulnerable a todo, por la promesa que su madre había pedido a todos los elementos, ideó un juego: pidió a los dioses que le arrojaran cuantos objetos dañinos quisieran; y nada lograba herirlo. Cada uno de los dioses le arrojo un objeto: primero una china, luego una piedra, una roca, un cuchillo, y así sucesivamente, uno tras otro. Durante el juego, Loki le dio una flecha con muérdago a Hodur, el hermano ciego de Baldur, y le ayudo a disparar el arco. La flecha de muérdago atravesó el pecho de Baldur quien murió en el acto. Y al verse privados de la luz y la verdad, el Ragnarok fue anunciado ante los dioses. Cuando Balder cayó, los dioses quedaron mudos, y no había en ellos fuerzas para levantarlo. Nadie tomó venganza. No podían tomar venganza sobre nadie en ese lugar, porque el lugar era sagrado. Finalmente, los dioses tomaron el cadáver y lo llevaron al mar. En la nave de Balder hicieron la pira funeraria. Su esposa Nanna murió de pena al verle muerto, y fue depositada junto a él en el barco funerario, así como el caballo de Balder. Odín depositó en la pira el anillo mágico Draupnir. La nave no se movió hasta que la empujó una giganta que llegó cabalgando en un lobo con una víbora como brida. Por fin zarpó la nave. Frigg, en un último intento por recuperar a su hijo, prometió sus favores a quien descendiera a Hel para recobrar a su hijo. De este modo, nueve noches después de la ceremonia funeraria, Hermod, montando en Sleipnir, llegó a Hel para ver si Balder podría ser resucitado. Hela le informó que si todas las cosas del mundo lloraban por Balder, ella le dejaría ir. Los hombres, los animales, la tierra, las piedras, los árboles y los metales, todos lloraron por Balder. Sin embargo, en una caverna, Loki, disfrazado de giganta, rehusó llorar por él, así que la muerte de Balder se hizo definitiva.


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