26 diciembre 2005

La flor de la Añañuca


Monte Patria es la cuna de la flor regional: La Añañuca. En sus laderas floreció el copihue nortino, y con ello una leyenda que ha inspirado a muchos poetas. De antaño, cuando el Monte Grande de la tierra alta todavía se llamaba Monterrey, vivía en sus vecindades una hermosa joven india llamada Añañuca.

Los mozos se hacían lenguas ponderando sus virtudes. Mas, ninguno había podido conquistarla, y eso le daba nombradía. Cierto día llegó por los contornos un gallardo minero, que dijo buscar derroteros auríferos por Campanario adentro, de donde venía ahora para reponer fuerzas y acumular pertrechos.

Verse y enamorarse fue una sola cosa. Añañuca supo que había encontrado al hombre soñado y éste, a su vez, sintió que un brote sedentario lo mantendría a su lado. Así fue como se casaron e iniciaron una vida grata y feliz, que tornó más radiante y hermosa a la muchacha, al paso que su esposo trocó la barreta por azada y amplió los sembradíos de un campito logrado en una sombra patronal del medio.

Pero, una noche en sueños, el mozo tuvo una visión: la huella clara de una veta por vallecito; un reventón de oro. La tan buscada veta estaba a su alcance. Sin decirlo a nadie, adoptó la decisión de subir a la montaña y verificar aquello. Por este motivo, días después dejó su tibio lecho y, sin más aviso, rumbeó por el Ponio arriba, como alucinado.

Ese mismo día, la cordillera desató uno de sus más fieros temporales. Todo se cubrió de nieve. Del minero nadie supo dar noticias y, pese a que los baqueanos recorrieron los portezuelos de abrigo, jamás nadie pudo dar con él. La moza lo esperó y lo esperó con una tristeza que fue aumentando y consumiéndola a ojos vista. Todos los vecinos supieron, entendieron y respetaron su dolor. Éste fue tan grande que, a los pocos meses, le causó la muerte.

Ésta le vino en un día de lluvia suave y persistente, que se mantuvo hasta la hora en que la llevaron cerro arriba, hasta la colina, para depositar su cuerpo en una fosa nueva abierta en la explanada. Allí quedó. A la mañana siguiente, al abrir el sol, una noticia corrió como reguero de pólvora: en torno a la sepultura, y por toda la planicie, había brotado una gran cantidad de flores semejantes al copihue, pero de un tono más suave y armonioso.

Eran flores que nunca antes nadie había visto por el lugar. Los serranos la ponderaron como la flor de la Añañuca, y así la conocemos hasta el día de hoy, naciendo a comienzos de cada primavera, después que la lluvia benefactora ha caído sobre el Norte Chico chileno.



(leyenda del Norte de Chile)


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4 comentarios:

Anónimo dijo...

esta muy buena!

Anónimo dijo...

es chulisima

Anónimo dijo...

yo ya la havia leido en una prueva y esa la que esta hay esa es falsa

Anónimo dijo...

q chanta la cuestin oi kiero la leyenda q maraco el q la escribio